Las persecuciones bajo el mando de Diocleciano fueron la décima persecución del Imperio romano contra los cristianos. Ocurrió al rededor del año 303 d.C.y fue la más violenta y cruel.San Sebastián, tribuno de la guardia imperial, sufrió una muerte lenta al ser ejecutado con flechas. Santa Anastasia, la joven santa Inés de Roma, santa Lucía de Siracusa y muchas otras vírgenes consagradas obtuvieron el laurel del martirio. Santa Catalina, virgen noble y culta de Alejandría que reprochó al césar Majencio por su crueldad contra los cristianos y que refutó a los filósofos paganos de su corte, murió por la espada.
Las persecuciones acabaron en el año 311 mediante el Edicto dictado por el emperador Galerio por el que se permitía tolerancia al cristianismo, mediante el cual se reconoce a los cristianos libertad para practicar su religión y construir iglesias. Por su parte en el año 313 los Emperadores Constantino y Licinio promulgaron el llamado Edicto de Milán por el que se daba libertad al cristianismo. Desde ese momento la Iglesia pasó a considerarse una relligio licita y recibió reconocimiento jurídico por parte del Estado.
No cesaron ahí las persecuciones, pues en diversas partes del Imperio hubo nuevas persecuciones. Entre ellas destaca la persecución organizada por el emperador oriental Juliano (361-363). Este emperador, bautizado cristiano, abjuró de su fe y persiguió a los cristianos, por lo que ha pasado a la historia como Juliano el Apóstata. Su persecución se hizo sentir sobre todo en Egipto y Asia. El obispo de Alejandría, el gran San Atanasio, debió exiliarse en esta persecución.
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